Movilidad y Género: un reto pendiente en las ciudades del siglo XXI
Cada mes de septiembre, Madrid y cientos de ciudades europeas se suman a la Semana Europea de la Movilidad, una iniciativa de la Comisión Europea que busca promover una movilidad urbana más sostenible, inclusiva y segura. En esta edición, el lema vuelve a recordarnos que el transporte no es solo una cuestión de infraestructuras y tecnología: es también una cuestión social, cultural y, sobre todo, humana.
Hablar de movilidad en pleno siglo XXI exige incorporar una mirada transversal que visibilice a quienes más sufren las desigualdades del sistema. Y aquí, el género juega un papel central.
La experiencia latinoamericana como espejo
Vivir en una gran ciudad latinoamericana como Bogotá o Lima puede convertirse en una auténtica odisea desde el punto de vista de la movilidad. La combinación de extensiones urbanas gigantescas, áreas metropolitanas cada vez más interconectadas y sistemas de transporte masivo tensionados hace que los traslados diarios sean una auténtica yincana.
En las dos últimas décadas, ambas ciudades han hecho esfuerzos considerables:
Bogotá impulsó el TransMilenio a finales de los noventa, referente mundial en sistemas BRT (Bus Rapid Transit), y más tarde desarrolló el SITP y el Metro de Medellín como símbolo de modernización. En la actualidad se está construyendo la Línea 1 del Metro de Bogotá y ya está en licitación la Línea 2.
Lima, por su parte, inauguró el Metropolitano en 2010, consolidó corredores complementarios y puso en marcha el Metro de Lima, cuyo crecimiento aún es lento pero estratégico para aliviar la presión urbana.
Estos hitos muestran avances significativos en conectividad. Sin embargo, persisten cuellos de botella que hacen que la movilidad siga siendo inhóspita, especialmente para las mujeres. Y es que en sociedades donde la brecha de género sigue marcada, trasladarse de un punto a otro no significa lo mismo para todos.
Viajar siendo mujer: un reto amplificado
El transporte masivo en estas ciudades evidencia cómo la condición de género multiplica las dificultades de la movilidad urbana. Veamos algunos de los principales ámbitos:
1. Acoso sexual y violencia en el transporte
En Bogotá, estudios recientes muestran que entre un 60% y 70% de las mujeres han sufrido alguna forma de acoso en buses articulados o estaciones de TransMilenio. En Lima, la Defensoría del Pueblo reveló en 2022 que 7 de cada 10 usuarias del transporte público han experimentado situaciones similares.
Las denuncias suelen ser bajas debido al temor, la falta de protocolos efectivos y la normalización del problema. Aunque se han implementado campañas, botones de pánico o brigadas de apoyo, la percepción de inseguridad se mantiene.
2. Inseguridad en estaciones y entornos
La vulnerabilidad no se limita al interior de los vehículos. Paraderos mal iluminados, accesos inseguros y pasarelas sin vigilancia exponen a las mujeres, especialmente en horarios nocturnos. En Bogotá, estaciones de corredores como la Caracas o la Autopista Norte concentran denuncias. En Lima, las estaciones periféricas del Metropolitano y del Metro carecen de entornos seguros, reforzando la exclusión.
3. Brechas de accesibilidad y tiempos de viaje
Mientras los sistemas de transporte están diseñados para viajes pendulares (casa–trabajo–casa), las mujeres realizan lo que se denomina viajes encadenados: llevar a los niños al colegio, hacer compras, acudir a consultas médicas. Esto implica más transbordos, mayores tiempos y un costo económico adicional.
En Lima y Bogotá, las tarifas no contemplan la flexibilidad necesaria para estos desplazamientos múltiples, generando desigualdades invisibles.
4. Infraestructura poco inclusiva
Buses con poco espacio, escaleras empinadas, ausencia de ascensores o baños en estaciones: el diseño urbano sigue pensado para un usuario estándar masculino. Las mujeres con hijos pequeños, cochecitos o responsabilidades de cuidado encuentran enormes barreras en su día a día y pese a que se han puesto en marcha iniciativas como asientos para mujeres, su eficacia es prácticamente nula.
5. Falta de enfoque institucional de género
Aunque existen iniciativas como las brigadas contra el acoso en Lima, cuyo objetivo es erradicar la violencia sexual contra mujeres, niñas, niños y adolescentes en el transporte público, estas son insuficientes para la dimensión del problema global. La perspectiva de género rara vez se integra en la planificación de rutas, en el diseño de estaciones o en la atención al usuario.
Sin un compromiso institucional transversal, la movilidad seguirá reproduciendo desigualdades.
El contraste europeo y el desafío compartido
Europa, y en particular España, afortunadamente, pasa de puntillas por estos problemas. Madrid ha avanzado con un sistema intermodal robusto —Metro, Cercanías, EMT y nuevas infraestructuras ciclistas— y ha impulsado medidas de seguridad como los paraderos intermedios para mujeres en horario nocturno.
Aumenta considerablemente la representación femenina en la toma de decisiones de transporte y emergen iniciativas como WITAM (Women in Transport and Mobility) que reúne a mujeres profesionales del transporte y la movilidad impulsando su liderazgo y visibilizando su talento.
Incorporar la perspectiva de género es indispensable si queremos ciudades sostenibles de verdad.
Hacia una movilidad con rostro humano
El análisis de la movilidad y el género en Latinoamérica nos ofrece un espejo en el que mirarnos. Nos recuerda que las soluciones no pueden limitarse a ampliar líneas de metro o modernizar flotas. Se trata de:
Garantizar seguridad: estaciones iluminadas, cámaras funcionales, presencia activa de personal capacitado.
Planificar con enfoque de género: tarifas más flexibles, rutas adaptadas a viajes encadenados, infraestructura inclusiva con accesos, baños y espacios de cuidado.
Incluir a las mujeres en la toma de decisiones: desde el diseño hasta la gestión de los sistemas de transporte.
Avanzar hacia un transporte más seguro y equitativo no es solo una cuestión técnica, sino un acto de justicia social porque, en definitiva, hablar de movilidad es hablar de libertad. Una ciudad que no garantiza a sus mujeres moverse con seguridad, accesibilidad e igualdad es una ciudad que aún tiene mucho camino por recorrer.
Estrategias para una movilidad inclusiva:
- Educar y sensibilizar: campañas constantes contra el acoso y la violencia, dirigidas a toda la ciudadanía
- Garantizar seguridad: estaciones iluminadas, cámaras funcionales y protocolos de respuesta efectivos
- Diseñar con perspectiva de género: infraestructuras que consideren las necesidades específicas de las mujeres
- Flexibilizar tarifas: sistemas que reconozcan los patrones de movilidad diversos
- Promover liderazgo femenino: más mujeres en posiciones de decisión en el sector transporte
La movilidad del futuro debe ser una movilidad que ponga a las personas en el centro, reconociendo que no todos vivimos la ciudad de la misma manera. Solo así construiremos ciudades verdaderamente sostenibles e inclusivas.
Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
CEO en UG21 Engineering